Con origen en el término latino
disciplīna, la disciplina es el método, la guía o el saber de una persona,
sobre todo en lo referente a cuestiones morales. El concepto también se utiliza
para referirse a una rama científica o artística.
La noción de disciplina, por lo tanto,
puede estar vinculada al comportamiento o a la actitud de alguien. Se dice que
la disciplina es buena cuando la persona respeta las reglas, las leyes o las
normativas dentro de algún ámbito.
Y eso sin olvidar lo que se conoce
como disciplina personal o autodisciplina que es aquella que se compone de una
serie de pautas y de comportamientos que alguien lleva a cabo, de manera
constante y férrea, en beneficio de una estabilidad y de la consecución de los
objetivos que se ha marcado.
Es por ello que cuando se habla de
autodisciplina en muchas ocasiones se identifica con éxito personal pues se
establece que es la forma de lograr los sueños que tenemos. En este sentido, un
perfecto ejemplo es el conjunto de atletas que tienen como meta ganar sus
competiciones y las pruebas a las que tienen que enfrentarse. Así, para lograr
la victoria en las mismas se hace necesario que tengan una disciplina de
entrenamiento y de alimentación que les capacite física y mentalmente.
De esta manera, se establece que este
tipo de disciplina propia se sustenta en una serie de principios o de reglas
básicas como son la fuerza de voluntad, la persistencia, el trabajo duro, la
aceptación y la laboriosidad. Elementos todos ellos que se convierten en la
clave para establecer nuestra disciplina y, por tanto, para alcanzar los fines
que nos hayamos marcado.
¿Pero cómo aplicar la disciplina
voluntaria en la escuela?
A continuación el siguiente material
permite desarrollar estrategias para la aplicación de la disciplina voluntaria
en las escuelas: