¿Conoce Ud. acerca del Mutismo Selectivo?





EL MUTISMO SELECTIVO


   Es un trastorno que se caracteriza por la inhibición persistente del habla del niño en situaciones sociales o entornos específicos: el niño o la niña no habla, por ejemplo, en el colegio, aunque sí puede hacerlo en otros lugares.  Sin embargo, su capacidad de comunicación y habla es adecuada. No es un problema de lenguaje, sino más bien un problema de ansiedad.  En el mutismo selectivo la inhibición para hablar tiene como consecuencia que el niño o la niña, no puede funcionar con normalidad en los ambientes en los que tiene lugar: no responde en la escuela, no se relaciona con sus compañeros ni sus profesores.  La diferencia con la timidez está en que el mutismo selectivo impide un funcionamiento normalizado en las situaciones en las que aparece.  Su aparición tiene lugar alrededor de los 3 años.

¿Qué factores contribuyen al mutismo selectivo?

 Ciertas características pueden aparecer asociadas al mutismo selectivo. Por ejemplo, muchos de los que lo padecen son perfeccionistas, muestran un apego excesivo a la madre, son muy sensibles a ruidos.

 También muestran una tendencia excesiva a preocuparse por todo o tienen miedos injustificados. También presentan problemas como rabietas muy frecuentes e intensas o tendencia a controlarlo todo.

Acontecimientos vitales estresantes pueden también desencadenarlo: muerte de un familiar, separación, traslado de ciudad…

Los padres suelen ser sobreprotectores evitando cualquier dificultad de su hijo, haciendo las cosas por él, dejándole poca autonomía y aliviando al niño ante cualquier contrariedad o permiten que el niño o niña se comunique con señas todo lo que desea sin dejarle hablar para solicitar lo que requiera.

 También sucede en familias que evitan las relaciones sociales, que son demasiado perfeccionistas con su hijo o que atienen especialmente a los fallos y conductas inadecuadas.



Que pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos:

La primera actuación que tienen que llevar a cabo los padres es aumentar la autonomía personal de sus hijos: que se vista solo, que coma solo, que aprenda a hacer solo sus necesidades, a lavarse las manos y demás hábitos de higiene adecuados a su edad. Evitar tratarlo como si fuera mucho más pequeño de lo que en realidad es.

 Asignarle también alguna responsabilidad fija en el hogar adecuada a su edad que puede ir cambiando periódicamente.

 Eliminar actitudes como la sobreprotección: lo que él pueda hacer por sí mismo, sin poner en riesgo su seguridad, que lo haga.

 Evitar igualmente el perfeccionismo excesivo, en el habla y en cualquier otra actividad. Inculcarle que las cosas hay que intentar hacerlas lo mejor que uno pueda, pero eso no es igual que hacerlas perfectas.

 No justificar ante los demás la conducta del niño ni etiquetarlo con expresiones como “no habla porque es muy tímido”.

 Evitar comparaciones con los hermanos respecto a este comportamiento.

 No presionarlos pidiéndoles cada día que hablen en el colegio y preguntándole a la vuelta si lo ha hecho. Tampoco deben amenazarlo o castigarle por no hablar.

 Evitar acomodarse a la situación respondiendo por él

 Invitad a niños con los que mantiene más relación a casa. Comenzando por realizar actividades que requieren poca comunicación, como jugar al  a las cartas, dominó, al ajedrez, por ejemplo.

 Enseñarle estrategias concretas para saludar, iniciar conversaciones y despedirse.

 Darle la oportunidad de relacionarse con otros niños y llevarlos a lugares o eventos donde puede relacionarse como: reuniones sociales, a las actividades extraescolares o al parque.



¿Qué sugerencias puede seguir el docente?

 En primer lugar, debe existir una comunicación fluida entre la familia y el colegio.

 La escuela suele ser el primer lugar donde se detecta el problema y se adoptan las primeras medidas.

 Le va a ayudar mantener una buena relación con sus educadores: que se sienta cómodo y valorado, en un clima de confianza.

 Los educadores evitaréis prestarle una especial atención al hecho de no hablar, dedicándole demasiado tiempo a sus respuestas o insistiendo en ellas.

    Pero por otro lado, debes evitar acomodarse a su conducta, por tanto, cuentas, con él como un alumno más en las rutinas del aula: tenerlo en cuenta para todas las actividades, preguntarle cuando le corresponda…

 Igualmente debemos evitar, siempre que sea posible, que otros niños hablen por él o que expliquen lo que quiere o demanda.

   Asignarle alguna responsabilidad en el aula, como a los demás, que no requieran demasiada comunicación: borrar la pizarra, repartir material…

 Hacerle participar en actividades no comunicativas como son las de motricidad, expresión corporal (dar palmadas, golpes con los pies…) expresión plástica, musical…

 Realizar actividades de habla enmascarada. Por ejemplo, hablar escondido en un escenario con títeres, hablar con careta…

 Plantear actividades en parejas o en pequeños grupos como jugar con cartas, adivinanzas, juegos de rol…

 Puedes comenzar dando por válidas respuestas gestuales; después respuestas muy breves con monosílabos, para ir aumentando progresivamente el tipo de respuesta.


 Cuando nada funciona, es conveniente remitirlo a un especialista