Los niños con dispraxia suelen tener
problemas para mantener el equilibrio y la postura, a veces son torpes o “fuera de sintonía” en relación a su
medio ambiente.
Sus capacidades para planificar, memorizar y
realizar una nueva acción, así como las acciones motrices, disminuyen.
Pueden presentar trastornos emocionales al no sentirse relacionado con su
entorno.
Poseen bajo
nivel de atención, memoria y procesamiento de estímulos visuales y
auditivos.
Tienen poco o ningún manejo de su orientación
espacial: que es lo que nos permite ubicar todo lo que hay a nuestro alrededor
y nos permite ir de un lado al otro sin problema.
¿Qué consideración deben tener la familia, amigos y maestros con los niños que tienen dispraxia?
Por tal motivo, muchos deben evitar juzgar a
los niños que presentan estas dificultades. No siempre llevan a un
diagnóstico de trastorno del aprendizaje, autismo, de lenguaje u otro, ya que
en ocasiones las manifestaciones o conductas que vemos pueden vincularse a
dificultades en el procesamiento.